lunes, 23 de marzo de 2009
Inmaduros
Y no voy a hablar de chanquetes.
País este en el que no se puede sacar una imagen de un menor, en el que se llena la boca de protección a la infancia, en el que se habla de la juventud mejor preparada, que debe ser la etapa anterior al paro. Formación e información en acoplamiento deforme. A cada comportamiento, una ley, una norma que regule. Una prohibición sin nadie que la imponga; pura exhibición. De lo escrito a la práctica tanta distancia, papel mojado. La cosa está en regular: a cada alarma, una norma; ante la anormalidad, una regla que combate excepciones sin confirmar. Confusión de derechos y obligaciones, límites y ambiciones. Jóvenes como adultos para algunas cosas, bebés para otras; ezquizofrenia de medios, tantos, que se pierden los fines. Para lo accesorio rigor, para lo fundamental laxitud; menuda actitud, que desemboca en la inquietud, confusión de vicio y virtud. Frustración negada en pequeñas dosis, vacuna paliativa de la caída más dura, dientes de leche para masticar de adulto. En una urna de cristal cinco días; desnudo en el invierno del fin de semana. Odiovisual, caja de caudales que vomita mierda por la tarde, da lecciones por la mañana para vendernos al mejor impostor. Educación maltratada, donde la ludoteca tiene más importancia que la biblioteca, paso previo a la reconversión en discoteca; Alejandría destruida por el Studio 54. Que la realidad no nos estropee el reality. ¿Para qué ser rigurosos, si podemos ser superficiales? Dura lex, vajilla de diario para combatir la sed de justicia, de la que se nos llena la boca, mientras buscamos entre la basura, depositada en el contenedor blanco, donde se reciclan los ideales.
Inmaduros más sabrosos para el aperitivo del sistema.
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Con esta entrada me pongo a sus pies. Totalmente cierto. Más de acuerdo no podría estar. Excelente.
ResponderEliminarUn saludo.
Otro a sus pies. Va a parecer usted la Virgen de Todos los Santos con tanto muñequito delante
ResponderEliminarHas dado en la tecla del nuevo puritanismo: es pecado fotografiar a un menor, pero no enseñarle en el cole cómo se pone un condón. Es pecado que vea el alumno al profesor fumar, pero no es pecado que vea telemierda en su casa por la tarde. En fin.
ResponderEliminarA mí lo de la protección de la imagen del menor siempre me ha parecido un rasgo más de la hipocresía postmoderna. ¿Por qué no se puede ver una imagen de un menor español y blanco, pero sí la de un pobre niño africano rodeado de moscas? Susan Sontag tiene escrito un interesante ensayo sobre esto "Ante el dolor de los demás", donde reflexiona sobre el sensacionalismo, la proyección de imágenes violentas y la explotación del morbo y dolor.
ResponderEliminarOtro a sus pies. Tremendo acierto en todo, precisión de bisturí. Literatura abierta ante los ojos.
ResponderEliminarAbrazos.