domingo, 3 de julio de 2011

La ciudad nueva


Una retirada a tiempo... ¿Y volver? Con la frente sudada, un sol de justicia, que achicharra la piel. Sentir, que cuarenta grados son nada, que febril los termómetros desbordan glorietas, rotondas rotundas. Mercurio que se sale y abandona el asfalto para irse a la costa y alcanzar los atunes. En el pescado llevas la penitencia.
¿La ciudad?
Tres moscas inician una maniobra de descenso hacia una catalina, terrenal, que se ablanda sobre el adoquín al dente; mientras, la celestial se derrite a la espera de mortaja: cuarto y mitad por desidia; y la mitad del cuarto por inoperancia, que es la forma más rancia de quejarse sin hacer nada.
Un par de turistas, deslumbrados, intentan leer el plano, asombrados por la ausencia de sombra. Dónde se ubica el próximo oasis. ¿Quién fue el desaprensivo tour operador que les vendió el paquete "Cálida Andalucía interior: Córdoba, Ronda y Sevilla: un verano como don diablo manda. Descubra el embrujo andaluz y quémese en su hoguera".
A través de los postigos semicerrados, contemplas como la ciudad se despereza de una siesta de décadas; la tdt del vecino emite fotogramas de Lina Morgan y un José Sacristán, como recién salido; mejor, eterno salido, que persigue muslos, antes de descubrir que la pose intelectual viste más y desvistes mejor. Mismos canales para vislumbrar canalillos. Películas que exigen la camiseta de tirantas para mirarlas a calzón raído y/o color albero.
¿La ciudad?
Nuevos mandatarios para viejos problemas. Cambios en el nomenclátor, en el mobiliario, en la movilidad, sensación de rewind, para una cinta que ya esté demasiado pasada de tanto darle al pause.
Nuevos monumentos que se convierten en problemas, biblioteca interruptus, que no se diga que aquí no se cumple la ley, dura lex, ¿verde o ambar? Que a ecologistas no nos gana naide. Mira que querer poner una biblioteca en Sevilla... Mientras, una torre que se enroca, para que caja sol luzca con la camisa nueva, que hay miles de oficinas por ocupar en esta ciudad de los negocios, inmóvil para varios.
El nuevo dignatario que se da un baño de masas de calentitos: viva la grasa y el arte. Viva tu corpus serrano, que te baila en la palma de la mano, seises que se destocan a tu paso.
¿La ciudad?
Dé las gracias.