Decía Baltasar Gracián: "Hablar con prudencia. Con los competidores por cautela; con los demás por decencia. Siempre hay tiempo para soltar las palabras, pero no para retirarlas".
Siempre te molestaron los bravucones y bocazas, a los que el refranero español asaeteaba con certeras sentencias. En estos días te has acordado de ellos, de los que se jactaban con exceso de orgullo, los que hablaban antes de tiempo y ponían a muchos en un compromiso. La presunción vana nada más que acarrea el desprecio y la venganza fría; la antipatía de los imparciales y el odio del contrincante. Ay, las buenas oportunidades de callar, de mostrar la sonrisa caballerosa; el buen perder y el mejor ganar. Quizás por eso siempre te gustaron los gestos de Justino de Nassau y Ambrosio de Spinola en la Rendición de Breda, ese saber estar tanto en la victoria sin ostentación, como en la derrota con gallardía. Pero, cuando rige la chulería obscena, el aplastar al contrario, prefieres desviar la mirada y con Gracián, abrir su oráculo manual y pensar dos veces las palabras que se han de decir.
Las oportunidades de callar antes de soltar una estupidez, sólo se tienen una vez.
Porque hasta el rabo, todo es león y aunque no sea su plato favorito, ayer se comió al pájaro del nido.
No sé por qué, pero ayer nos quedamos muchos a la luna de Valencia.
Vaya por delante que soy verderón. No diré que la bravuconada merecía ese varapalo por cariño y respeto a mis amigos palanganas. Pero ya le vale al pájaro...
ResponderEliminarAbrazos.
disculpe ranzzionger, pero...
ResponderEliminaren la ciudad de los cabeza de ratón...
fue una la que con el rabo barrió el león.
Si es que hay alguno al que habría que mandar al Sagrado bosque de Bomarzo...Inmensa la foto, qué recuerdos... (servidor, de hecho, escribe desde allí, con un portátil y oculto por la vergüenza...)
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