Ya luce en todo su esplendor el monumento. Nada más y nada menos en lo que fue llamado el mejor cahíz de tierra del mundo que, con el añadido broncíneo, luce aún más si cabe. Inaugurado por todo lo alto, pompa y circunstancia en una de las vísperas señaladas de la ciudad. Allí estuvo lo más granado de la sociedad hispalense, presidida por nuestras máximas autoridades religiosas y civiles, como la ocasión merecía. Tras una difícil erección, no podía ser menos con tamaño personaje, y para solaz de la ciudadanía, quedó expuesta la efigie que, al hispalense modo, marcará un antes y después en la estatuaria pública mundial confirmando el buen estado de salud que goza en estos años del siglo XXI. Qué nivel, qué recorrido para degustar con calma contemplando las figuras insignes que tanto han hecho por la ciudad. Qué categoría, qué variedad, qué capacidad para mostrar la diversidad social que refleja la complejidad de la gran urbe: Duquesa, alteza, torero, torero, torero, Sumo Pontífice. Ahí está el amplio espectro de la sociedad y las artes sevillanas. Qué bien ubicadas que están para adaptarse sin estridencias a entornos privilegiados. Y es que, en esta ciudad del exceso, cómo no se iba a erigir un monumento al Papa viajero, al que visitó, ¡ojo!, por dos veces, la ciudad Mariana, al que invistió de santidad a la monja de los pobres. Qué emoción cuando por la que reinan los reyes se acercó al monumento, qué agilidad mental la del alcalde para promover una nueva tradición secular, el cambio de itinerario que posibilite año tras año el feliz encuentro. Además, en esta época de desapego religioso, hay que potenciar la sacralización del espacio público, que esta bendita ciudad se deslizaba peligrosamente por los senderos del laicismo. Que se note que estamos en la tierra de María Santísima y a la plaza le faltaban elementos religiosos. Los anticlericales, claro, elevan la voz y rechazan la ubicación, qué sabran ellos. Dentro de la Magna Hispalense o del Palacio Arzobispal, argumentan, sería su lugar idóneo. Sí hombre, que después de rascarse el bolsillo la Asociación Promonumento, -apolítica y aconfesional- iban a ubicarla de tapadillo. Se trata de colocar bien visible, sobre magnífico pedestal de mármol, el hito de la estatuaria que por sí solo ha de convertirse en un motivo más para acercarse a la ciudad, un nuevo reclamo para el turismo, una nueva composición con la que fotografiar la Turris Fortissima.
Mientras, el poeta dandy y rencoroso seguía ocupando el lugar que le correspodía, solo, recordado por el eco de las palabras. Qué bien sabía que ése era el mejor monumento:
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora
¡súbito, elevada composición!
ResponderEliminar¡erecto Wojtyla en el pilón!
¡la mira alzada de la emoción!
creo que he pisado un cagajón...
así sea pues... donde el deseo no exista...
A.A. Asociación Promonumento
Muy señores míos:
Como admirador y muy de Juan Pablo II que fui, soy y seré... no celebro sino lamento la opulencia del hábito broncíneo pontificio, en sumo grado discordante con la imagen de sencillez y austeridad, con alba y solideo, de nuestro queridísimo Santo Padre que, tal como pidió en su testamento, quiso ser enterrado bajo tierra y en una caja de madera...
Atentamente.
eres_mi_cruz