jueves, 30 de abril de 2009

Fiebre


De repente te han venido imágenes del apocalipsis. Personas desorientadas, en ese laberinto postmoderno que es la terminal de un aeropuerto. Anonimato reafirmado con unas mascarillas que ocultan el rostro y otorgan un aspecto sospechoso. A todo cerdo le cuelgan su sambenito. Vacas, aves y porcinos, y no es un libro de Marvin Harris. La granja que granjea ganancias para las farmacéuticas. Algún imán iluminado estará celebrando la infección del animal impuro. San Antonio Abad se retira al desierto a pasar la cuarentena junto a su cerdo contaminado. Virus mutantes de serie B, regreso a los años cincuenta con mejores efectos especiales. La venganza de Babe. Autoridades circunspectas salen a la luz y dictan palabras tranquilizadoras que encienden todas las alarmas. Quizás habría que recetar antivirales informativos. Miedo rentable, miedo aislante, cuidado con el vecino, cuidado con el que estornuda, que la alergia va por barrios, los besos han de ser profilácticos y no puede haber dislate sin el látex.
Mientras, en tu ciudad, el rito festivo que gira, la noria voltea por no mirar a los ojos de la crisis y siempre les toca estar abajo a los mismos. Una nube de albero disimula la ruina. Lo efímero para combatir el desaliento. Casetas embargadas y sin embargo me río. Imágenes febriles acuden con un rastro de gitanas con mascarillas; mírala cara a cara y disimula. El castillo del terror son las fauces de un cerdo que se traga a los desaprensivos, en una calle más infierno que nunca; unos mariachis tosen una ranchera sin volver la cara; por la portada se acercan cuatro jinetes que tapan su faz. Y te has acordado de Poe, sólo que esta vez la máscara de la muerte roja venía en un plato de jamón. La mortaja en una loncha. En Sevilla hay que morir, hay que morir.

viernes, 24 de abril de 2009

Tentaciones


Vender el alma al diablo por un cuarto de hora de vana gloria, que será una eternidad en la cripta. Valdés Leal haría hoy una instalación con cientos de pantallas enlazando a youtube. La miseria travestida de glamour, el patito feo era un ruiseñor que tenía un sueño y que, quizás, algún día maldecirá el no haber seguido cantando en el coro parroquial. La virgen con voz de ángel, carne de titular para una belleza incorpórea, de usar y tirar al lodazal. Emoción impostada, cinismo que es un fin en sí mismo, sorpresa de sus propios actos, contratos firmados con sangre. Todo es barro aunque se vistan de gala. Cegados por la visión de un euro, muerden la moneda para comprobar que no es falsa, muerden a la presa, se aferran a ella para no morder un polvo, que ni un millón de dolares lo hace más limpio. Los focos iluminan la supuesta fealdad, pero descubren rostros grotescos bajo la pátina del maquillaje. La casta Susana sería hoy película pornográfica para delectación de miles de viejos, que quieren pisotear al lirio, en su delirio avaricioso. ¿Quiénes son hoy los miserables?
Por otro lado, el puño aplasta la rosa que abandona Córdoba en el mes de las flores. ¿Cómo está el patio? ¿Compromiso? Compro mentido, que no hay nada que no se venda por un puño de dólares. La tentación de la ostentación.

lunes, 20 de abril de 2009

Nostalgia


Edulcorante del recuerdo, que transforma en vergel un paisaje árido; flores lo que fueron cardos. Aplica el fotoshop para embellecer unos rostros en sepia. Con ella descorremos nuestros pasos y atajamos por el camino más corto. Dota al vinilo rallado de dolby stereo y hace sinfonía del jingle más repetitivo. Fue baratija y hoy es pieza cotizada de anticuario, que refulge por debajo del polvo y las telarañas. Memoria en blanco y negro teñida de arco iris. Convirtió a Chanquete en capitán Ahab; nuestra calle, una ciudad y la ciudad, un mundo. Analgésico para las heridas profundas, que cicatrizan con una sonrisa melancólica. Artificio que reserva el derecho de admisión u omisión del recuerdo. Eco del pasado que nos llama como el canto de las sirenas. Memoria selectiva, que convierten en entrañable un detalle mínimo; en costumbrista la grisura cotidiana y en tradición una novedad de anteayer. Retrato enmarcado que nos devuelve un tiempo sin canas, hirsuto, terso, ágil, donde el ay era interjección y no adverbio de frecuencia. O tempora o mores es carpe diem de ayer. Caparazón de tortuga donde refugiarse en busca del tiempo perdido, cuando de la magdalena no queda ni el papel. Espejo retrovisor cuando se necesitan lentes para corregir la presbicia. Cualquier tiempo pasado... fue ayer.

viernes, 17 de abril de 2009

Identidad


A veces los nombres los carga el diablo. Una triste coincidencia te puede llevar a Kafka, pasando por Lorca. Ir a ver procesiones y vivir el Cautivo y Rescatado, sin trinitarios en tu ayuda. La pasión sin compasión. Una lección de humildad y paciencia, con prendimiento y, afortunadamente sin columnas y azotes. Funcionarios que no funcionan, justicia ciega, sorda y sin gusto, pero, eso sí, con la mano bien larga. Errar es de humanos, pero algunos hierros son inhumanos. No te quieres imaginar cómo se puede sentir alguien sometido a ese castigo, pero te viene a la mente algo así como el individuo sometido al aparato del Estado, y te da pavor. Y te acuerdas también de "Con la muerte en los talones", y las consecuencias de una confusión de nombres, aunque , claro está, aquí no hay Eva Marie Saint para confortar al protagonista. La historia acaba con un final feliz; pero uno tiene la sensación de que hay muchas historias de esas, que se pierden tantas maletas, se extravían tantos expedientes, que se traspapelan actas, que no miden los actos, y que, una vez puesta a funcionar determinadas maquinarias administrativas, bancarias, judiciales, la inercia y la inepcia hacen el resto, para que, desde la altura de la noria, los ciudadanos no seamos más que hormiguitas, más fáciles de pisotear. Cuestión, como casi siempre, de perspectiva.

lunes, 13 de abril de 2009

¿Normalidad?


Tras el rito y la celebración regresa esa normalidad gris, tan necesaria para dotar de significado a lo que es especial. Sumergido en la fiesta, apenas prestaba atención a otras cosas, más importantes, quizás; pero, al final, lo que dota de siginificación es lo accesorio, el adjetivo que embellece la frase y adorna lo prosaico. Hoy, cerrado el paréntesis, choque de bruces con la realidad; y todo es como un déjà vu. Cambios cosméticos, que pretenden ser fundamentales cuando sólo mudan la piel apolillada, vestido de gala hecho de retazos. Intercambio de cromos, que no de colores; sensación de foto repetida, galería de retratos con sonrisa etrusca. Noticias que hablan de estulticias, anuncios que recorrerán las calles, adoctrinamiento dubitativo, proselitismo de salón de juegos, mismos medios para distintos fines, Maquiavelo invertido. Habrá que aceptar una realidad cada vez más virtual, que no virtuosa, con cifras que enmascaran, juego infantil con seis y cuatro, que ocultan esos retratos; palabras que no definen, verbos inertes que prefieren la voz pasiva, que contagia a quien los escucha con atención. Una cierta nostalgia, recuerdo melancólico en un día gris, regusto de lo que pudo ser un arco iris tricolor. Definitivamente hoy me levanté raro.

miércoles, 1 de abril de 2009

Santa Semana: "El pograma"


En la adolescencia empezaste a salir solo a ver pasos, sin familiares que te guiaban y sostenían de la mano en momentos de bulla. El rito se convirtió en iniciático, proceso de lenta maduración, aunque seguías sumergiéndote en la fiesta con la alegría infantil del descubrimiento. Empezaste a buscar otras manos que, ay, muchas veces te fueron esquivas. Para orientarte un papel mal cortado del periódico, breve información sobre las cofradías, algunos datos de cultura cofrade, pequeño erudito de conocimientos prescindibles. Hasta que comprendiste que en Semana Santa el rodeo era el atajo, te costaba llegar al punto deseado. Todavía recuerdas cómo se te cayó aquel helado a los pies del municipal a quien le preguntabas el camino para llegar a una calle y a una iglesia; o cuando ibas cortando del papel las cofradías ya vistas y te diste cuenta que, con ellas, se habían ido las horas del itinerario. Primeras torpezas que, sin embargo, te curtieron en el deambular cofrade. Fue objeto de estudio que te servía para trazar las rutas posibles en ese plano que se desplegaba ante tu imaginación. La ciudad y sus rincones apenas transitados salvo esa breve semana. Después, con los años, el "pograma" fue un acompañante, que te reafirmaba en esquinas y momentos "sublimes", para el disfrute de la imaginación y los sentidos. Te habías hecho más selectivo, sin ese afán abarcador de cofradías e imágenes, de tus años juveniles. El programa envejecía con la semana, con esa aceleración temporal que implicaban los días grandes; esa vida en siete días que dijo el poeta, hasta convertirse en un breve cuadernillo arrugado que guardabas en el bolsillo y que después depositabas en un cajón. Como si en ese almacén pudieras condensar recuerdos y sensaciones. Hoy es un asidero que te confirma que, aunque todo cambie, permanece en tu memoria, trazado en unas letras que se imprimen en tu recuerdos, brújula intangible para confirmar el rumbo que guía tus pasos. Una semana, donde puedes, si el tiempo no lo impide, programar la vida y adaptar la ciudad, hacerla asequible en un breve paréntesis, donde el dolor se convierte en gozo y la resurrección en un poco de muerte.