martes, 16 de junio de 2009

Manifestaciones


Miles de personas salen a la calle. Pasean su rabia, imprecan al tirano. La masa se escuda tras las pancartas. Una, tan cercana, donde ves rostros familiares, jóvenes y viejos, unidos por un sentimiento común. Pero también figurones y adheridos que olisquean futuros beneficios; otra, lejos, en un país extraño, donde el fanatismo se enroca en una espiral oscura, que pasaría desapercibida si no hubiera petróleo y amenaza atómica. Muchedumbres congregadas a la sombras de alminares. Unos, conmovidos por una pasión, que se aferran a una bandera en este tiempo de incertidumbre; otros, desesperados que se intentan desasir de la tenaza que secuestra el pensamiento y del velo humillante que cosifica a la mujer. En una se palpa el peligro, la valentía del gritar basta, aunque los uniformes agredan a la diferencia. Con cuentagotas llegan los análisis, sesudas teorías que explican los porqués, los gestos mesurados de la diplomacia que atisba pros y contras, beneficios y consecuencias, malos por conocer, apuestas con las cartas marcadas. En la cercana, observas como algunos, a pesar de los rostros bronceados, siempre pasean guarecidos a la mejor sombra, husmeadores del viento favorable, haciéndose hueco con los codos mientras ponen su gesto más respetable. El monstruo ya no es útil, así que ahora hay que derribar el busto de su pedestal. Cuántos le rieron las gracias, personaje anecdótico, charanga del peor tópico, aunque permanecía con los dientes bien afilados. Amenazaba y humillaba, pero eran daños colaterales para construir un imperio. Los mismos políticos que ahora corren para clavarle la estaca, aparecían genuflexos ante el populismo obsceno. Ya se adivina la damnatio memoriae, cierre del paréntesis grosero, que permute el gran poder en la humildad y paciencia; de la obediencia debida, a la desobediencia civil, para sacar rédito de la amnesia en el otoño del patriarca. Recuerdas momentos patéticos, muecas grotescas que aplaudían al hortera, loas al líder perpetuo escritas por voceros agradecidos, mientras edificaba su pirámide inconclusa. Hoy, sólo hay que cambiar de máscara, donde se dibuje la indignación de muchos indignos, para los que no hay rubor ni principios con tal de sacar el máximo rendimiento en este mercado persa.

7 comentarios:

  1. Lo mejor de ayer fue que pudimos tener voz muchos que dejamos de ir al campo, a nuestro querido Villamarín, cuando este ególatra se erigió como dueño y señor de un cortijo que nunca fue tal.
    Ayer había mucha más gente de la que se sacan los abonos año sí y año también, haga lo que haga el cateto más grande que yo recuerdo. Y los había con abono desde que tienen uso de razón que nunca rieron las esperpénticas puestas en escena del ditero. Y lo había, cómo no, de los que siempre lo apoyaron y lo vieron como un salvador, pero, qué quieres que te diga, mejor tarde que nunca para abrir los ojos y ver que nunca fue oro lo que relució.
    Un saludo.

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  2. Estoy de acuerdo contigo Zapateiro. Solamente constatar la rabia que me da ver a algunos de los que se pegaban golpes en el pecho, y no me refiero al público en general, que le rieron y asumieron aquello de "lo que diga don Manué".
    Un abrazo.

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  3. ¿Se acuerda usted de cuando tiraron la estatua de Sadam Husein, con la tele en directo...? ¿Le ha dado a usted por pensar en el busto del otrora pintoresco salvador, ahora cabeza del eje del Mal?

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  4. Las manifestaciones públicas no sirven. Cada día lo tengo más claro.

    Las privadas dan más guerra, como la tuya.

    Un abrazo.

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  6. Lopera es de las pocas personas personas que son capaces de vender más humo que el del incienso de Tetuán miarma...

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  7. Pues claro, Rascaviejas, la damnatio memoriae. El busto puede acabar donde está la estatua de Fernando VII.
    Javier, no sé yo si las manifestaciones sirven o no, aunque en este caso los políticos ya huelen el cadáver y empiezan a situarse dando vueltas alrededor, que ésa es la mayor habilidad de un político, situarse cerca de donde se puede sacar tajada.
    Jajaja, Moe, muy bueno. De las mejores cosas de Lopera son los nombres que les pone a sus "empresas", sí, ésas que mantiene con una plantilla de 3 o 4 trabajadores. Tegasa (o técnicas ganaderas S.A.); Encadesa (Encaje del deporte S.A); y así todo.

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