miércoles, 20 de mayo de 2009

Tecnologías


Uno no se da cuenta de la necesidad que tenemos de la tecnología, hasta que no padecemos su ausencia. Una inoportuna lumbalgia me tiene encerrado en casa más tiempo del aconsejable. Sillón con respaldo recto, libro abierto, pero cansa... Cansa esa sensación de inutilidad, levantarse y dar vueltas hasta que la espalda empieza a protestar. El móvil se convierte en un sustituto de la conversación; la escucha de una voz amiga, cuando no se puede contemplar su cara. Pero, de repente, el móvil deja de funcionar o, para ser más exacto, yo puedo oír a quien está al otro lado; pero, él o ella no me escucha a mí. Comunicación incompleta en la que doy la callada por respuesta, aunque mi voz quisiera elevarse por encima de antenas y repetidores. Acudo a la alternativa. Sumergirse en el universo de la red; bucear por las bitácoras amigas. Esta vez, fallo informático. El portátil que no responde y no se abre, me veta el acceso a ese mundo paralelo. Torpeza tecnológica para adivinar de dónde procede la desobediencia; qué arcano maneja estos aparatos caprichosos. Ningún remedio casero, ningún informático que halle la piedra rosetta en estos momentos de zozobra. Desesperado, lleno de imprecaciones al aparato, más computadora que nunca. Búsqueda de consuelo, acudo a la caja tonta, presto el mando a distancia; también me traiciona, desobediente, no se adapta a los canales marcados. Inicio de danza del contorsionista; búsqueda del ángulo que devuelva la obediencia. Pero, para mando ya está él. La tensión y el movimiento multiplican mi padecimiento, a traición y por la espalda el lumbago se manifiesta. Hay que desistir de la televisión; retorno al ordenador y vuelta a reflejar que hoy no es día para disciplinas. No hay orden ni mando que hagan posible encauzar la anarquía audiovisual. A punto de comenzar una novena a San Isidoro o programar peregrinación a Silicon Valley, la mano más amada acude a mi desamparo y me presta un portátil que alivie el mono. Recurso para no renunciar al cursor. Suspiro de alivio; aunque la reflexión te lleve a pensar qué dependientes somos de la ortopedia tecnológica. Como pintores sumergidos en Altamira, sufrimos la escasez de la tea y el sebo que proyectan nuestras sombras. Las culpas al dios del fuego, aunque no nos demos cuenta de que se mojó la madera.

8 comentarios:

  1. La utilidad de la tecnología queda fuera de toda duda, pero hay que cuidarse del camino al que nos puede conducir un mal empleo de la misma. La tecnología en sí no es ni buena ni mala, eso lo son los hombres, es decir, los que la hemos creado. Pero indudablement, cuántas ventajas nos aporta...
    Un saludo.

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  2. Como te dice Zapateiro, bendita la hora en la que este blog se abrió. Siempre me tengo que descubrir ante esta forma tuya de hacer literatura, querido amigo.

    Un abrazo.

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  3. Cierto que nos aporta mucha ayuda y, desde luego que es un instrumento esencial, si no, no habría conocido a tanta gente interesante por aquí. Pero, a veces, me da por pensar, ¿cómo lo hacíamos antes? A la vez que nos facilita tantas cosas, también se convierte en indispensable.
    Gracias Rubén.
    Juanma, muchas gracias por tus palabras. Espero que tu proyecto literario vaya avanzando. Un abrazo.

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  4. Bueno tu Cuaderno, y espero que la tecnología avance un poco más.

    Aún más.

    Se conoce gente muy interesante.

    Un abrazo.

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  5. Bueno, las cosas cambian, el mundo evoluciona _al menos en ciertas cosas, en otras ya quisiéramos- y creo que la clave está en aprovechar lso avances sin más, sin pensar si al hacerlo hemos renunciado a algo. Que antes éramos más libres sin móviles, sin correos electrónicos, pues ni sí ni no porque la libertad y posibilidades que nos dan estos medios también son increíbles. Mi padre siempre me dice que hay que aceptar las cosas como vienen y ahí está la clave de todo, a mi entender.

    Un saludo.

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  6. Mis hijos no se creen que cuando yo era como ellos no había vídeoconsolas...

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  7. Recuperate por favor, la blogsfera no está en capacidad de soportar una perdida como la tuya, cuidate por favor. Suerte.

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  8. Déjate mimar y como dicen los griegos: Perastiká, o sea, que te mejores.

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