Edulcorante del recuerdo, que transforma en vergel un paisaje árido; flores lo que fueron cardos. Aplica el fotoshop para embellecer unos rostros en sepia. Con ella descorremos nuestros pasos y atajamos por el camino más corto. Dota al vinilo rallado de dolby stereo y hace sinfonía del jingle más repetitivo. Fue baratija y hoy es pieza cotizada de anticuario, que refulge por debajo del polvo y las telarañas. Memoria en blanco y negro teñida de arco iris. Convirtió a Chanquete en capitán Ahab; nuestra calle, una ciudad y la ciudad, un mundo. Analgésico para las heridas profundas, que cicatrizan con una sonrisa melancólica. Artificio que reserva el derecho de admisión u omisión del recuerdo. Eco del pasado que nos llama como el canto de las sirenas. Memoria selectiva, que convierten en entrañable un detalle mínimo; en costumbrista la grisura cotidiana y en tradición una novedad de anteayer. Retrato enmarcado que nos devuelve un tiempo sin canas, hirsuto, terso, ágil, donde el ay era interjección y no adverbio de frecuencia. O tempora o mores es carpe diem de ayer. Caparazón de tortuga donde refugiarse en busca del tiempo perdido, cuando de la magdalena no queda ni el papel. Espejo retrovisor cuando se necesitan lentes para corregir la presbicia. Cualquier tiempo pasado... fue ayer.
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