Una boca gigantesca que todo lo engulle; que de tragar sabe lo suyo. Mientras, los informativos en la sobremesa nos ofrecen imágenes que creíamos olvidadas, porque lo que no se emite no existe y aquí, durante mucho tiempo, solo existía la perenne. ¿Me entiendes? Pero esas son demasiadas almas que alimentar y, por mucho que nos hagan torcer la mirada, dejando en suspenso la cuchara, cuando se nos ofrece un cuadro de barrigas hinchadas y ojos desesperados, la única boca que sigue masticando es la que deglute países, insaciable, en un pantagruélico festín que no parará, aunque quien alimenta al monstruo pensaba que este iba a quedar ahíto. Qué va: la rueda no se detiene. Que al monstruo no le importa el cierre del Bulli, si sigue abierto Mc Donalds.
Como una letanía tétrica se desgrana cada mañana la salmodia del lenguaje oscuro, sólo para iniciados, que pregonan la inevitabilidad de la imbecilidad. Como en un sacrificio colectivo nos ofrecemos todos, óbolos, para entregarnos a ti. La recaudación la recogen beatos entregados a tu causa, tipos de cartera y corbata, que leen las entrañas aún humeantes. ¿Y si los hermeneutas malinterpretaron tus señales? ¿Y si Cronos no se aplaca con devorar a sus hijos? Aplaza nuestra deuda, Señor, perdónanos, Mercado, perdónanos. Al menos cuando eras Mercurio te esculpía Praxíteles; hoy, pareces un cuadro naïf, aunque sobradamente cruel, pintado por la Chunga.
Ay, quién maneja mi banca, quién, que a la deriva me lleva, quién. La atracción del abismo, el magnetismo del precipicio, que nos lleva a poner todo nuestro empeño en despeñarnos. Fichas que arrastran unas a otras hasta que quede la banca doble y la triple A. Dominó de beneficios ficticios de especuladores sin oficio. Camarero, traiga el cubo, que este rescate me ha salido algo indigesto. Son eslabones de una cadena sin fin, para tirar de ella y hacer desaparecer tanta mierda, que no se puede aprovechar como abono, porque no fertiliza.
Diferenciales, agencias de calificación crediticia, primas de riesgos, rating... Como un banco más, leemos, escuchamos, ponemos cara de circunstancias... y no damos crédito.