martes, 18 de agosto de 2009

Determinismo nominal


Como para depositar una ofrenda penetras en el centro comercial, prosélito de la religión del consumo. En la calle el infierno, mientras el templo se abre para ofrecerte amparo. Desconcertado observas el incesante vaivén de los peregrinos, dispuestos a una inmolación incruenta y profiláctica. Dudas qué dirección debes seguir; tardas en orientarte en ese nuevo templo de neones y pasillos. La salmodia leve del hilo musical atontece, pero no entorpece el discurrir de los riachuelos humanos. Recelas si preguntar, pero el pudor y el uniforme te disuaden. Deshaces el camino de un carrito aparatoso, y ya intuyes hacia dónde debes caminar. Efectivamente: al final de un largo pasillo y detrás de varios estantes aparece el altar que andabas buscando. Al menos dos docenas de pantallas vomitan sus imágenes. Llegan nuevos tiempos, una nueva tecnología que nos sacará de la estulticia televisiva: lo digital terrestre que, aunque suene más pedestre, es más moderno que lo satelital. No sabes, pero algo de Lampedusa se te viene a la mente. Divagaciones... Intuyes, asomado a una de esas ventanas opacas, que terrestre o satelital, seguirá primando la misma lógica anal. Los carteles informativos te hablan en acrónimos, divinas palabras a las que reverenciar, ante la que se impone tu ignorancia medrosa que contradice el adagio. Amparado detrás de un mostrador, revestidos de la autoridad de la corbata, varios vendedores resisten el asedio. Vacilas, y como vacilas, te superan familias familiarizadas con la pompa de la compra. La cola avanza con parsimonia, mientras los colantes se remueven inquietos. Por fin te llega el turno, y te toca un vendedor de sonrisa profesional, joven aunque sobradamente aleccionado. Una placa motea la solapa; una supuesta ventaja para el cliente, conoces un dato que él no posee. Casi sin leerlo, su nombre te llama la atención por lo desusado: Prudencio, que no casa con la imagen joven, tecnológica y actual. Automáticamente lees el apellido: Mercader; y es inevitable hacer la relación: Prudencio Mercader. Inmediatamente te relajas; sabes que ha nacido para eso, que es lo contrario del vendedor agresivo. En diez segundos ha ganado tu confianza; sus gestos acompasan la sutileza nominal. Vas a cumplir con la liturgia y no habrá mejor sacerdote que te reafirme en la fe comercial. Has superado esa breve crisis. Ahora encuentras sentido a los neones, al hilo musical, a los pasillos alineados y al peregrinar de romeros que dirigen sus pasos a los vomitorios recaudatorios, flanqueados por mamparas y custodiados por señoritas que, con un grácil y leve movimiento, recogeran, apenas mancillándolo, el óbolo justo y plastificado con el que poder seguir perteneciendo a la cofradía del santo mercado. Consumitum est.

Nota aclaratoria: cualquier parecido con la realidad es una de esas puras coincidencias que pasan en un día de verano, cuando se ha estropeado el televisor de casa y acudes a un centro comercial.

Mientras, en una playa cercana, una muerte tan absurda acechaba a un joven, aunque sobradamente agresivo. Una playa, desangrado y rodeado de ruido y furia. Una muerte romántica para una vida sin poesía. Le sobraba una letra para el verso perfecto. También sufría de determinismo nominal.

10 comentarios:

  1. Leyéndote me doy cuenta de que tenía ganas de leerte. Querido maestro, que la TDT con sus castas nos coja confesados.

    Magistral, no hay discusión posible cuando las palabras son maestras veneradas.

    Un fuerte abrazo.

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  2. Qué manera tan original y reveladora de mostrar algo tan aparentemente anodino. Yo también he sentido cosas así mientras compraba, pero no habría sabido ponerlas por escrito.

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  3. Muchas gracias Juanma por tus palabras, de verdad. Un abrazo

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  4. Jesús, un centro comercial es un lugar fantástico para abrir los ojos e intentar cerrar la cartera. No creo que haya sitio mejor para asomarnos a la sociedad actual, ya sea en Sevilla o en Miami. Eso no quiere decir que lo que veamos nos guste, claro está.

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  5. Pues me parece esta entrada, una obra de arte, un sábado por la tarde en un centro comercial.

    Es genial.

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  6. Muchas gracias Javier, viniendo de quien viene es un doble honor.

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  7. Yo sin embargo con un bebe de mes y medio tengo a los centros comerciales en un altar. Lugar inmejorable para dormir fresquito al retoño,en las sofocantes tardes de verano, mientras estiras un poco las piernas tirando del carro, y de paso haces parada para tomarte un tinto de verano en el gambrinus de turno. Así es la vida de los pobres, de los pobres padres de verano.
    Un abrazo.

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  8. Hombre, amigo, qué bueno verte por aquí. Ay, las obligaciones paternales. Espero que todo vaya bien y a ver si coincidimos más acá de una ventana virtual. Besos para los tres.

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  9. le sobraba una letra y le fataba un título...
    hombría a muletazos y navajazos con resultado de dos huérfanos... creo que la corona británica nunca aceptará esto...

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  10. Ranzzionger, como siempre, haces una lectura inteligente de la sociedad actual. Gracias por ofrecernos tu perspectiva.

    Un abrazo!!

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