domingo, 23 de agosto de 2009
Crónica de una epidemia anunciada
Todas las alarmas encendidas para cuando llegue el otoño. Una epidemia mayúscula recorrerá el mundo de Este a Oeste. Un estornudo, una sospecha; un kleenex olvidado, un paquete bomba. En el colegio la madre de Fátima estará satisfecha, que su hija ya puede ocultar su cara por razones higiénicas, porque el miedo al contagio ha llenado occidente de rostros velados. Otra madre, castiza, para no ser menos, lleva a su hijo con el antifaz de nazareno. Como en el cuento de Poe, la muerte se oculta embozadada, aunque esta vez lo haga bajo una mascarilla profiláctica. Carnaval de otoño. Las farmacéuticas se frotan las manos, grandes beneficios por el de Roche. Una oleada de puritanismo se extiende: cuidado con los besos, cuidado con tocaros; no te acerques, que tienes la mirada febril y esas calenturas no sanan así. Cada uno en su vaso y el virus en los de todos. Una gran preocupación se extiende por las autoridades eclesiásticas, gran disyuntiva, cumplir el rito o evitar el grito. El cura preconciliar toma la palabra ante la expectación de los feligreses, que saben que no hay mejor remedio para la enfermedad, que escuchar las palabras de un cura. Casi al final de la misa, en el daos fraternalmente la paz, el sacerdote previene, "sed noli vos tangere", que el latinajo siempre tiene más poder taumatúrgico. Rogativas y procesiones inundarán las ciudades, seguidos de disciplinantes y plañideras que entonan el "perdona a tu pueblo Señor"; mientras los hisopos pulverizarán antivirales. Discusiones sobre la imagen milagrosa que saldrá en procesión. El ultra rancio señala que debe salir la Virgen de las Fiebres. ¿Qué ocurrirá en besamanos y besapiés? Las priostías se plantean unas pantallas virtuales desde la que realizar el rito con un emoticono. Por su parte, el agorero anuncia, que lo que entra por las fosas nasales, sale por las fosas comunes. Un estornudo sobre la bandeja de las croquetas, convierte el ágape cultural en cóctel molotov, para los asiduos a las inauguraciones varias. ¿Tendrán éxito los canapés de couldina? Por su parte, Ágata Ruiz de la Prada ha sacado una línea de mascarillas de colores vivos y lunares; porque la prevención no ha de estar reñida con el estilismo elitista. Las epidemias con pan son más.
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Y a todo esto, querido maestro, qué bien están midiendo los tiempos las puñeteras Farmaceúticas. Me pediré una para Reyes Magos.
ResponderEliminarAbrazos.
oiga, si esta pandemia sirve para que mi suegro deje de escupirse en los dedos para pasar las páginas de MIS periódicos...
ResponderEliminareso sí, los perros lleno y el sexo: los micrófonos...
PD: lo del rito con emoticono y el hisopazo fumigador es para ponerlo a usted en el pabellón de Suecia de la expo...
Joder, qué miedo, qué miedo.
ResponderEliminarVamos a poner mascarillas a los "Cuadernos".
¿Y qué haremos con la congregación de Jesús María y José?...ya sabe, las monjas del estornudo...
ResponderEliminarAlgunas infecciones se pueden curar con alcohol, amigo Rascaviejas.
ResponderEliminar¡Ay que porvenir tenemos presentao miarma!
ResponderEliminarQue vamo a escuchar un estornudo y vamo a corré más que el negro las olimpiadas, que miedo más grande, voy a cambiar la tira de papa matutano por una tira de frenadoles...
¡Que Dios nos coja vacunaos!