jueves, 19 de julio de 2012

Declaraciones


Cada día nos despertamos con una sorpresa. Nuevas formas de estulticia salen de las bocas de políticos, famosos, periodistas, opinadores... Ya no señalamos las expulsadas de formas involuntaria, fruto de la incontinencia verbal, que reflejan el grado de estupidez o simplemente la catadura moral de los que las expresan. No, son más graves aquellas que articulan un discurso y que reflejan un pensamiento más o menos racional y no el subconsciente que se halla bajo la fachada de algunos personajes. A otros los retrata el lenguaje no verbal, la colección de gestos, sonidos guturales y carraspeos con los que procuran pasar el trágala de las servidumbres políticas. Ay, tener que dar explicaciones al pueblo, con lo bien que se gobernaba con despótica ilustración...
En este campo se ha revelado como un auténtico descubrimiento el ministro de Hacienda, guiñol de sí mismo, al que dan ganas de pinchar para ver si sangra o sólo segrega espuma y serrín. Observar un discurso suyo es asistir a una representación antológica de un espécimen a caballo entre el conde Draco, el señor Burns de los Simpson y la locuacidad de Antonio Ozores. Capaz de elevar el arte del eufemismo al retruécano ininteligible con aquello de "no hay una bajada de las retribuciones de los funcionarios, lo que hay es un retraimiento de la paga de diciembre que queda postergada a su inclusión en el fondo de pensiones". Matarile rile rile.
¿Y qué decir de las últimas palabras conocidas de nuestro soberano? Con esa campechanía tan suya, que le lleva a conversar informalmente y confesar a los periodistas que le acompañan en un viaje a Rusia, esta vez sin caza mayor de por medio, que "otra persona estaría aún de baja, pero yo tengo que currar". Ay, azote de paquidermos y úrsidos, menos mal que tenemos a su ilustre majestad para que dé la cara, aunque sea de tres cuartos, para mantenernos en el euro.
Por último, pero no menos interesante, qué decir de esa petición de ayuda a sus conocidos, por medio de SMS, para recaudar el dinero de la fianza del Guerrero de los ERES, feroz combatiente por el erario público y su correcta distribución entre la creciente clase desempleada de Andalucía. Conmovedora actitud la de la esposa de el ejemplar Guerrero. Quizás, en ese afán recaudatorio para rescatarlo de las garras de la tenaz jueza Alaya, podría organizar alguna gala benéfica, algún partido de fútbol o un festival taurino. Siempre y cuando, en aras de devolverle la libertad al insigne luchador, no nos pasemos de la raya.

jueves, 12 de julio de 2012

Público y privado

Nuevas medidas se anuncian desde la tribuna. Los recortes sí quitan lo valiente. Valientes gobiernos aquí y allá… Políticas de recortes de doble hoja: la primera recorta y la segunda apura. El presidente, con gesto de empleado de funeraria que da su más sentido pésame a la vez que enseña el catálogo de féretros, desgrana, espurreando, uno tras otro los ajustes a la carta, mientras que se acentúa su estrabismo. Sin darnos cuenta, los ciudadanos también nos extraviamos, porque ya no sabemos a dónde mirar, golpeados por todos los flancos. Tomamos medidas, anuncian, mientras nos siluetean con una tiza para confeccionarnos el traje que mejor nos luzca en el funeral. Los corifeos, sí, porque nada más que hay que verles los rostros e intuirles el alma para definirlos, secundan cada una de las puñaladas con una sonrisa y un aplauso. ¿Por qué reís? ¿Qué felicidad produce esta nueva vuelta de tuerca en los derechos de los ciudadanos que mal-administráis? ¿No os queda ni un mínimo pudor para componer un rictus compungido de cara a la galería?

Una vez más lo público como sospecha. Lo público como culpable. Lo público que ya tiene marcadas las líneas que facilitan el recortable. Lo público, diana bien visible a la que asaetear desde los medios que justifican el fin. El cajón desastre que soporta todos los “ajustes” servidos a la carta, en los que no se separa el grano de la paja. Camarote de los Hermanos Marx (Carlos ya había sido despedido de la compañía). Estos son mis principios… Pues no sé cómo serán nuestros finales. Más recortes, que es la guerra… y dos huevos duros. Lo público cada vez más fino e inseguro: aplíquense las compresas para bajar la fiebre, con receta médica y no sale gratis. Que lo único que recetan ya gratis de las farmacias es la vaselina, bálsamo de Fierabrás para el derroche mediterráneo. Estalló la burbuja y acabamos todos en pompa. Menos funcionarios para que el país funcione, se lee en el libro de instrucciones y todos aplicados a seguir el dictado. Aquí sólo hay una ortografía y, si te pillan una falta, se te aplicará el castigo griego. Único tratamiento posible, anuncian los integrados, mientras aquellos que creían que con su mera presencia domarían al león, miran para otro lado, cuando este devora la carne que le han echado entre los barrotes. ¿O los que estamos entre los barrotes somos nosotros?

El sueño de la razón europea que sólo se manifiesta en una moneda única, con la que nos creímos ricos y sólo éramos fichas en la partida del monopoly. Lo que importa y lo que exporta, eliminamos las fronteras para que circulasen los capitales. Así, cuando hemos despertado, volvemos al turismo es un gran invento. Hicimos una cesión de soberanía que nos devolverá a la España de los cesantes. Miau, dice el gato que se pone las botas, mientras juguetea con los ratones. De servidores a siervos, simplemente por un recorte de sílabas, para salvar a la banca y seguimos sin dar ni recibir crédito.

 Hay que ser emprendedores, reza el nuevo mandamiento. Hay que recortar los subsidios para incentivar la búsqueda de empleo. Incentivad, incentivad malditos que, sólo con asomarse a la esquina, podréis ver a los emprendedores buscando alimentos en los contenedores.

Ser vicio público para beneficio privado o cómo privar de los beneficios a la mayor cantidad de público. Pérdidas y ganancias en la balanza trucada. Cómo cuadrar la fórmula y despejar la incógnita: consuma con resta masiva. Piedra, papel y tijeras. Sobre el papel siempre ganan las tijeras, imprescindibles para hacernos pasar a todos por la piedra.