sábado, 18 de julio de 2009

Verano


¿Qué tendrá Marbella? ¿qué tendrá la costa?, cantaban los Chichos en uno de esos sonsonetes de tómbola de verbena de barrio en noches de ventanas abiertas; rumbas tan flamencas que, ay, deberían ser típicas de Flandes. Sonidos que el tiempo lleva a convertirse en clásicos del verano, como aquel que llegó a gobernador civil: degenerando ¿Qué tendrá el verano que saca lo peor de todos nosotros? Te asomas a la ventana catódica y es un vomitorio de estulticias, que no sabes si la arreglará la TDT o el TNT. Los cientos de Españas y Andalucías en directos, los reporteros callejeros, impactos, muestran imágenes que son un reflejo de una realidad, distorsión de espejos cóncavos; aunque, en este callejón sin salida, casi preferiría ser cegato. Paisajes y paisanajes en horrísona coyuntura, ¿o ya es estructura?, playas y romerías campestres; domingueros imantados por las domingas; entierro de la sandía para celebrar a don carnal; cuerpos que se enharinan para pasar por la freidora o la barbacoa, aceitosos sumisos, decidme en el alma: quién, quién levantó los chiringuitos. Georgie Dan el vate del estío. Don José se convierte en Pepito Piscinas: para desinfectarlas, mejor el cloroformo. Siempre nos quedará Gran Prix. Costas dregadas y construcciones, al mejor costo; el hormigón convertido en termita que devora. Contra la plaga extra, spray que sólo dejará el esqueleto: a moverlo pues, en danza macarra, coreografía de costillas mojadas, que la muerte también puede llevar cadenas de oro y bermudas a la segunda residencia. Los titulares del ronaldiario nos muestran a todos cristianos, que sí hay moros en las costas. Los termómetros marcan cuarenta grados a la sombra. No produce asombro que suframos una insolente insolación; mientras, los aires acondicionados nos escupen al pasar por la calle.

martes, 7 de julio de 2009

Obsceno


Miles de espectadores se agolpan en un estadio para idolatrar a un hortera sonriente. Han sido convocados por el repique reiterado de las campanas convertidas en campaña mediática, apertura y cierre de informativos, donde se ofrecían todos los ángulos del cuerpo musculado. La frase más tópica convertida en titular de letras descomunales. Cientos de flashes se dirigían hacia el objetivo, con todo detalle nos han enseñado gestos, breves malabarismos de anuncio, coreados por una tropa vociferante. El fin que justifican los medios es la venta, puro comercio sustentado en cifras insultantes, magnificadas en portadas que no aportan nada a la opinión pública. Estrecha alianza entre el magnate y los mangantes, que confunden valor con precio, pero logran hipnotizar a una masa, que se distrae con el oropel del papel de celofán, para adherirla a su causa sin rebeldía. Ya hemos visto a su familia, conocemos qué pie calza, quiénes pasaron por su cama, el coche que conduce... Escenas que proyectan una vida de fantasía para distraer al personal en este tiempo huérfano de noticias. Como no puedo caer en el entusiasmo circence, capaz de enajenar la razón con los focos que deslumbran, me permito la demagogia. Al fin y al cabo qué significa una asonada que evoca tiempos pasados de tiranos y banderas; o nuevas muertes orientales; o las pateras donde viajan los que quieren llegar al paraiso envueltos en las camisetas de esos mismos fichados por cifras tan insultantes, que podrían pagar decenas de escuelas en sus lugares de procedencia. Ya no hay más fiebre que la merengue manía, aunque a muchos nos empalague. Tiempos obscenos estos, en los que la mesura es tachada de cobardía y en los que el rebaño, pensando adorar a un cristiano, estaba adorando al becerro de oro.